La relación de la Abogacía con la Inteligencia Artificial (IA) generativa a nivel práctico
En la actualidad, no hay duda de que la inteligencia artificial o IA está acaparando bastante la atención de toda clase de sectores profesionales, entidades públicas, entidades privadas, medios de comunicación, así como individuos que buscan mayormente responder a dos interrogantes; a saber, qué aplicaciones prácticas puede tener la IA en sus respectivos campos de actuación/sectores económicos, y si su propio campo de actuación, negocio o raison d´être corre peligro por la IA, o no.
No es para menos, si tenemos en cuenta que la IA puede representar una revolución para nuestra sociedad igual o mayor que la que supuso la era de internet; algunos incluso hablan ya de la siguiente revolución industrial.
En principio, no se conceptúa la inteligencia artificial como un fin en sí mismo, sino un medio que servirá de catalizador para otros sectores. Si bien es cierto que tendrá aplicación en prácticamente todos los sectores de la actividad económica, su impacto podría ser más determinante en algunos que en otros.
Este breve artículo no pretende ahondar mucho en asuntos de semejante calibre, más bien, busca poner de relieve el sentido práctico a la IA de la que disponemos hoy en día, en relación con el campo de la abogacía y ver cuáles son sus aplicaciones prácticas a día de hoy.
Hemos de ser conscientes que detrás del escaparate de todo lo referente a la IA, actualmente presenciamos la última, que no la primera, de otras tantas batallas entre las grandes empresas tecnológicas con las que, en mayor o menor medida, estamos en contacto todos nuestros días. Recuérdese la batalla por el dominio del mercado de los ordenadores personales en los años 80 y principios de los 90 entre Apple y Microsoft, o las batallas por el dominio de los navegadores de internet (Google Chrome-Internet Explorer) o por el email “gratuito” (Hotmail-Gmail) en tiempos más recientes entre Google y Microsoft.
Pues bien, desde un enfoque práctico, parece que los productos que van a la cabeza de la carrera serían: el motor de búsqueda Bing con IA incorporada a modo de chatbox de Microsoft (derivada de sus sinergias con Open IA, creadora del famoso ChatGPT) y Google Bard; aunque es cierto que otras empresas como Apple y Meta ya han anunciado que llevan invertidos tiempo y recursos para ofrecer sus productos con IA integrada, para competir en este sector.
Ya se puede afirmar que los chatbox de IA se pueden emplear como si de un “copiloto” se tratase, el cual recibe nuestras órdenes y puede ayudar a un letrado en su día a día, con un papel asistencial generando contenido que va, por ejemplo, desde un borrador de cartas de reclamación de toda índole, a un borrador de email aceptando un encargo complejo, a diseñar borradores de presupuestos, o a comparar documentos, entre otros. Y todo ello, por descontado, en cualquier idioma habido y por haber.
Ya no habrá que buscar el contenido con palabras clave y segmentar lo que necesitamos empleando un motor de búsqueda tradicional; nada de eso. Sencillamente se da una orden a nuestro copiloto como, “redacta, compara, resume, calcula, crea, sugiere, cita ejemplos, diseña, etc.”, esperando su respuesta. Y después, como buen conductor, tendremos que revisar y examinar todo lo que nuestro copiloto nos indica encarecidamente antes de tomar cualquier decisión.
Queramos o no, la abogacía y toda la actividad judicial en general (piénsese en envío y recepción de notificaciones, por ejemplo) se verá afectada por la IA. Además, todo parece indicar que las labores altamente automatizables podrán ser sustituidas por la IA y se verán afectadas en mayor medida, que aquellas que no lo son; nos referimos a las vienen a ser un traje a medida para el cliente o para el ciudadano.
Sea como fuere, es inapelable que la irrupción de la IA está presentando ya todo un conjunto de desafíos global para cualquier sector económico, entidades públicas y privadas; desde el impacto en el empleo, hasta las preocupaciones éticas y de seguridad que requerirían un análisis aparte.
Por todo ello consideramos, y nos atrevemos a recomendar, que todos los sectores profesionales, entre ellos el de abogacía y el del transporte, deben estar dispuestos para afrontar estos retos de manera proactiva.